10 de enero de 2011

HOMBRES Y DIOSES

MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@wanadoo.es
MADRID.

Fuente: ECLESALIA, 07/01/11.- El próximo día 14 de enero se estrenará en España la película “Hombres y dioses” del director Xavier Beauvois, premiada en el último festival de Cannes. La aceptación de la película se ha comprobado en el amplio índice de audiencia en Francia y en otros países donde ya ha llegado. Como hay información en la red accesible a quienes estén interesados, no me detengo más en datos sobre la película.
Lo que sí quiero es ahondar en la historia que trata porque siempre es mejor conocer primero lo real antes de pasar a lo virtual: la pequeña comunidad de monjes contemplativos (cistercienses) del monasterio de Tibhirine (Argelia) sufrió, como tantos otros religiosos, periodistas, extranjeros y buenas gentes del pueblo argelino, la violencia que reinó a principio de los años noventa en aquel país. Siete monjes de esta comunidad fueron asesinados en mayo de 1996. 
Gracias al testimonio escrito que dejaron podemos conocer lo que fue su vida y el camino que recorrieron en sus tres últimos años. Optaron por permanecer en Argelia, al lado de sus vecinos musulmanes, aún sabiendo el peligro que representaba para sus vidas. No fue fácil, pero sí coherente con su vocación monástica en tierras del Islam; no fue una heroicidad, pues no querían ser ni héroes ni mártires, tampoco dioses (no creo que les hubiera gustado esa palabra del título de la película). Sabían que su opción no era entendida pero, en su camino de discernimiento ante Dios, revalidaron cada día su permanencia en Tibhirine compartiendo su vida monástica con el pueblo en el que estaban insertados, que conocían y amaban.
Fueron testigos vivos del amor de Dios hacia el ser humano, más allá de culturas, razas, religiones, vocaciones, etc. Por que “…cuando un A-Dios se vislumbra...” (como dice Christian de Chergé –prior de la comunidad de Tibhirine- en su testimonio escrito más de un año antes de su muerte y que es realmente el testamento espiritual de aquella comunidad) las fronteras se diluyen.
Quien quiera saber más de esta historia real hay dos libros (Martirio y Consagración”, Dom Bernardo Olivera - Publicaciones Claretianas; y “El Soplo del Don, Diario del Hno. Christophe, monje de Tibhirine” - Ed. Monte Carmelo) que ayudarán a conocer los sucesos y a adentrarse en el día a día de los últimos tres años de la comunidad de Tibhirine. Pero ya es tiempo de dejar a un lado mis palabras que sólo quieren ser una presentación y no una distracción. Os invito a hacer inmersión desde la oración en el Testamento que nos dejaron como un gran tesoro. Luego, dentro de pocos días habrá tiempo de ir a ver la película. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
“Cuando un A-Dios se vislumbra...
Si me sucediera un día -y ese día podría ser hoy-
ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento
a todos los extranjeros que viven en Argelia,
yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,
recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.
Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida
no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí.
¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?
Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas
y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida.
Tampoco tiene menos.
En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.
He vivido bastante como para saberme cómplice del mal
que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,
inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez
que me permita pedir el perdón de Dios
y el de mis hermanos los hombres,
y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.
Yo no podría desear una muerte semejante.
Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme
que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato.
Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio"
debérsela a un argelino, quienquiera que sea,
sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente.
Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.
Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila
identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma.
Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido,
encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio
que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia,
precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón
a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:
"¡qué diga ahora lo que piensa de esto!"
Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.
Entonces podré, si Dios así lo quiere,
hundir mi mirada en la del Padre
para contemplar con El a Sus hijos del Islam
tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo,
frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu,
cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión
y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos,
doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente
para este GOZO, contra y a pesar de todo.
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida,
yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy,
y a vosotros, amigos de aquí,
junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos,
¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías.
Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este "A-DIOS" en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea concedido rencontrarnos como ladrones felices
en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.

¡AMEN! INSHALLAH!
Argel, 1 de diciembre de 1993
Tibhirine, 1 de enero de 1994
Christian.+”