El modelo de sociedad de los países desarrollados
El modelo de sociedad que ofrecen los países industrializados o desarrollados no se puede generalizar al conjunto del planeta debido a que el sistema productivo está basado sobre materias primas no renovables, una energía deficitaria y la degradación del medio ambiente. Este modelo solo puede mantenerse expropiando de sus recursos a los países del tercer mundo, a veces de forma violenta, como ha sucedido con la crisis de Iraq.
El gran error de nuestra organización social es haber creído que era posible entrar en la despensa del mundo destrozándolo todo, consumiéndolo todo, sin reponer nada e ignorando las leyes internas por las que se rigen y se relacionan unas especies con otras formando este maravilloso equilibrio que es la vida en todas sus formas y dimensiones. Puede que en un primer momento fuese la ignorancia la consejera de los teóricos del productivismo, pero ahora sólo se puede mantener esa actitud desde el egoísmo más descarnado y desde la irresponsabilidad más absoluta.
Reducir-reutilizar-reciclar
Nos bombardean constantemente con la necesidad de reciclar los desechos como forma de ayudar a respetar el medio ambiente, pero hacer eso, que está bien, es actuar sobre las consecuencias y no sobre las causas. Ir a las causas supone cuestionar el actual sistema productivo.
Como plantean las organizaciones que luchan contra el deterioro del medio ambiente, el reciclaje es el tercer momento de las actitudes a adoptar. Hay que actuar sobre las denominadas tres erres y por este orden: reducir, reutilizar y reciclar. El sistema capitalista, "los mercados" tan en boga ahora, nos sugieren sólo el tercer paso, reciclar, porque no los pone en cuestión.
Actuar sobre las causas es cambiar nuestros hábitos consumistas, es decir, reducir el consumo en todos los aspectos de nuestra vida. Compramos cosas innecesarias, almacenamos productos y los desechamos para tener la última moda, cogemos el coche para ir a la esquina... nos han enseñado a acumular.
El segundo momento es reutilizar. Nos meten en la cabeza que los productos son para usar y tirar, como buen ciudadano-consumidor, cuando muchas cosas se pueden reutilizar. Preguntemos si no a nuestros mayores.
Por último, reciclar. Eres buen ciudadano si separas los desechos, para hacer nuevos productos e iniciar de Iluevo el círculo vicioso: comprar, desechar, recidar. Esto, si reciclamos, si no nos quedamos en desechar.
Y es que las necesidades del ser humano no pueden concebirse al margen de las necesidades de los distintos elementos que forman parte de su hábitat; las necesidades del hombre (hombre y mujer), no se pueden plantear al margen de las necesidades de la naturaleza. Así, necesidades del hombre, sistema productivo para satisfacerlas y necesidades de la naturaleza, forman un trinomio que es necesario resolver para salir de la situación en la que nos hallamos.
O sea, como dice Adela Cortina (Por una ética del consumo, 2002, 156):
- Obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de una vida humana auténtica en la Tierra.
- Incluye en tu acción actual, como objeto también de tu querer, la integridad futura del hombre.
- Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra.
Naturalmente, este planteamiento debe ser aplicado a todo ser humano, a las instituciones, empresas, etc. Si se llevaran a cabo esas tres maneras de obrar, otro mundo sería posible, donde la justicia, la paz y el bien común imperarían en la sociedad
Doctrina Social de la Iglesia – Destino universal de los bienes – Propiedad privada
Veamos qué nos dice la Doctrina Social de la Iglesia.
"Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por lo tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde" (G.S. 69).
Un derecho de propiedad absoluto, aun cuando esté guiado por las mejores intenciones, no puede garantizar un desarrollo sostenible de una humanidad en su proceso histórico de humanización. Es más, el uso y el abuso del derecho de propiedad está impidiendo cada vez más el derecho de todos a poseer lo necesario para sí y para sus familias.
Pongamos en práctica las actitudes de las tres erres y las tres formas de obrar que nos sugiere Adela Cortina y exijámoslas, allí donde estemos, y estoy convencido de que creceremos como personas y como cristianos.
Sebastián Fernández, militante de la HOAC